viernes, 14 de diciembre de 2012

La Virgen en mi vida


No hay amor más sublime que aquel que nuestra madre siente por nosotros. Un amor tierno y verdadero, que traspasa las barreras del espacio, del tiempo, de la eternidad, un amor que es para siempre...
Si supiéramos que su amor es incondicional e ilimitado, nos derretiríamos de amor por ella... Dulce madre mía, no has dejado de protegerme y acudir a mi llamado cada vez que supliqué por tu auxilio, siempre has estado a mi lado, siempre.
Por el camino avanzamos a veces inciertos de los pasos que daremos, quizás nos cueste crecer y dejar cosas atrás, aprender... Pero ella está ahi, mirándonos cariñosamente, ofreciéndonos todo el amor que tiene...¿Acaso no sabes que te amo, que soy tu madre? retumba esta cabeza cada vez que pienso en ella...
En los días difíciles y de prueba, cuando el avanzar me es complicado y las fuerzas me abandonan, ella está para amarme y darme fuerzas, para llenarme de amor y de cuidado, por más que físicamente no la vea, espiritualmente inunda de amor mi ser, y penetro más en su conciencia Divina...
Gracias mamá, amor divino más grande que el Universo, infinito como el sol. Gracias por llenarme de amor, de paz, de serenidad, contigo mis pasos son firmes y mi fe no vacila, y encuentro sentido a todo lo que hago, pues sé que todo en la vida tiene un propósito, un lugar y un tiempo... y que debo ser paciente y aguardar. Así también, gracias por enseñarme  a creer, a tener fe en mi mismo, y amar todo lo que tengo y todo lo que hago..
Gracias por ayudarme a crecer, Mamá Maria.

“Te elegí, y te dije cuanto era necesario. Te confié el conocimiento de horrores que debes sobrellevar en tu interior, con dignidad. Piensa en mí, en cómo también derramo tantas lágrimas por ello. Debes siempre ser valiente. Entendiste enseguida mis mensajes, y por ello debes comprender que ahora debo dejarte. ¡Sé valiente...!”.
(Palabras de Maria Reina de la Paz de Medjugorje a Mirjana Dragicevic, vidente de la virgen, el día 25 de diciembre de 1982)