sábado, 4 de mayo de 2013

"Pensamientos a los 25 años"








Aun ante el dolor, uno puede encontrar la forma de ser feliz.

En estos días he experimentado cambios muy profundos en mi vida, diría que desde principios de este año, he estado en una especie de “transformación” que se está prolongando hasta estos días.
El proceso de maduración es un camino que lleva mucho tiempo, mucha asimilación, mucha aceptación y tolerancia, el detalle es que esta vez me tocó asumir cosas que me dolieron siempre y quizás de alguna manera, me seguirán doliendo, pero –de alguna manera también- ya aprendí o estoy aprendiendo a sobrellevar.
Llegar a los 25 años fue para mí, un verdadero desafío, de forma inconsciente, un gran desafío. Por que principalmente no existe un “manual” para el primer cuarto de siglo en esta Tierra, así que estoy haciendo la mejor de mis improvisaciones.
Aceptarme fue mi mayor y mas grande desafío, por que de alguna u otra manera, sabía que debía dar mi rostro a la vida tal cual yo soy, sin importar ya las consecuencias de este mundo dividido entre el bien y el mal, y principalmente, por mi bien personal, por mi salud mental.
Aceptar que camino este camino, a veces solo, fue otro de mis grandes pasos en la vida, aprender que muchas veces debo tomar mis propias decisiones y que no siempre mis seres queridos estarán de acuerdo es un proceso que hasta hoy dia me cuesta aprobar, pero en estos días, principalmente, lo estoy asimilando –debo confesarlo, a fuerza de palos- ya que toda mi vida viví o vivía buscando la aprobación de mis padres, de agradarlos y no defraudarlos. Cuando en verdad lo único que estaba logrando era postergrame más de la cuenta, sin encontrar una frontera sana entre padre/madre-hijo.
Asimilar el cambio de estado de joven a adulto fue una de las más grandes sorpresas que me trajo la vida a mis nuevos 25 años, lo cual por supuesto, supuso su crisis respectiva. Miedo, incertidumbre, todo mezclado con el final de mi época universitaria, y el futuro incierto que me aguarda… Tomar otras responsabilidades que antes no tenía supuso para mi encarar la vida bajo una perspectiva totalmente diferente a la que estaba acostumbrado: mi hábitat “académico” o universitario. Pienso que lidiar con problemas de la vida real “freaked me out” (me asustó) un poco.
Trabajar con mi padre supuso para mí una nueva forma de verlo a él, como papá, como compañero de trabajo, como “socio” y aunque no comparto mucho su forma de ver las cosas o su filosofía de vida, para mí, fue una experiencia sumamente importante en mi formación profesional como arquitecto, pero mucho más, en nuestra relación padre-hijo, tantos años congelada por la indiferencia de ser el segundo hijo –por lo menos, eso es lo que yo percibo desde mi interior-.
Mis 25 años me trajeron muchas sorpresas, un bagaje de conocimientos acerca de las cosas que he pasado a lo largo de los años, que si bien no son nada comparado a aquellas que ya llevan sus 50 o 60, tiene no obstante, muchas historias en su haber, historias de dolor, llanto, alegría y felicidad.
A lo largo de estos años, he acumulado experiencia que me hizo reflexionar bastante acerca de lo realmente importante en la vida, el valor del momento, de las personas que están a tu lado –aunque a veces no actúe adecuadamente con ellas-, he aprendido a ver más allá de las situaciones momentáneas, por más que hoy me encuentre ahogado en el limbo de incertidumbres acerca de mi vida futura.
Exactamente no sabría decir con certeza lo que ocurrirá en el futuro, pero de algo estoy seguro: la historia la escribe uno mismo cada día, con sudor, lágrimas, dolor, fe, esperanza. No existe otro camino más que enfrentar con osadía las dificultades que aparecen en la vida, muchas de ellas son imaginarias pero hasta que no nos dispongamos a ser realmente valientes y salir a luchar, no desaparecerán y seguirán acechando hasta vernos derrotados.
Últimamente he vivido historias que me emocionaron profundamente. Me he sorprendido a mi mismo por la voluntad de involucrarme en causas como las de ser voluntario en una fundación que ayuda a personas con algún tipo de discapacidad, eso me abrió los ojos a otro tipo de experiencia, lo cual me ayudó a replantearme muchas, pero muchas cosas en la vida. Creo que muchas veces renegamos de los que tenemos, o de lo que carecemos, cuando verdaderamente deberíamos estar agradecidos por poder levantarnos, caminar, correr, expresarnos autónomamente, cuando hay chicos o chicas que no pueden moverse solos siquiera para ir al baño.
He aprendido también a ser rechazado. Pero no es que me conforme con ello. Simplemente, se que las personas llegan a tu vida por alguna razón, luego se marchan. Pero los lazos de sangre son más fuertes y quizás aquella persona que mas amas en el mundo sea la que más daño puede llegar a causarte. Pero sin embargo, por amor, estoy aprendiendo a soltar las amarras del recuerdo y el dolor, y convertirme en la única cosa que puede salvarnos: EL AMOR.
Ser diferente a mi me ayudó a humanizarme más, a ser más sensible con el mundo espiritual a través de un mayor contacto con la Luz Divina, que siempre me protege del mal. Ser diferente me permitió abrazar al mundo entregando mi dolor para bien de los demás, por más que signifique sufrimiento. Ese sufrimiento de estar privado de abrazar a mi sobrino, de besarlo, o de entregar un abrazo de amor a mi madre, o a mi padre.  El orgullo o la ignorancia son armas mortales que pueden ocasionar heridas cuyas cicatrices llegan a marcar para siempre el corazón de la persona herida. Pero no hay golpes y contusiones que el verdadero amor no pueda llegar a sanar de verdad y para siempre.
Aprendí que el amor viene cuando debe venir, cuanto más apresurados e impacientes estamos, más se nos escapará, por ello, en mi presente, estoy dando tiempo al tiempo porque sé que esa persona especial está ahí, en algún rincón del planeta Tierra, sé que El vendrá.
A mis 25 años aprendí que yo no voy a cambiar al mundo, pero puedo cambiar MI MUNDO PERSONAL y prepararme para las cosas buenas de la vida, mientras tanto debo disfrutar de mis amigos, personas a quienes conocí hace poco, a mis padres, a todos, como si fuera el último día de vida en la tierra.
A mis  años aprendí que aquellas personas a quienes amas de verdad ya forman parte de tu vida a pesar del dolor o sufrimiento que te causaron. Aprendí que eso ya no se borra, o por lo menos, no podemos volver en el tiempo para corregir las cosas mal hechas, las palabras mal dichas. Pero como por ahí leí: “yo no hablo de rencores ni venganzas, la única venganza es el perdón, y el único perdón es el olvido”. No existe forma de perdonar si no se olvida el dolor…
El dolor de las palabras mal dichas, del trato físico deplorable, del rechazo y del odio. Olvidarme es mi próximo desafío en la vida.
Así como poder terminar mi trabajo final de graduación, y continuar avanzando paso a paso en este camino… Hoy mas que nada me encuentro agradecido a Dios por haberme puesto donde estoy hoy, sé que todo tiene su tiempo y quizás hoy nos toca vivir la más difícil de las experiencias como jóvenes que quieren empezar a andar su propio camino –siguiendo los consejos de nuestros padres-, terminar la universidad.
Agradezco a Dios por los 25 años de bendiciones que me otorgó, a pesar de estar o no en baja, su Amor es Misericordioso, por algo Él es Rico en Misericordia.
Y así finalmente, a mis 25 años tomo todas mis cosas, recojo los fragmentos que quedan de mi interior, con el fin de ir a restaurarlo al taller de Dios, y poder decir finalmente: bueno, este, señores, es MI SIGUIENTE PASO. Porque sé, que andando en fe, encontraré camino del bueno.