jueves, 15 de julio de 2021

¡Aquí estoy!

 

Aquí estoy.

Si.

Aquí estoy, de nuevo. De vuelta.

Luego de 10 años de un largo recorrido.

Estoy sentado de piernas cruzadas, en esta cama que alguna vez me sirvió de cuna.

Donde todo comenzó, literalmente.

No sé si me encuentro exactamente al final o al inicio de la encrucijada. Pero si, se bien, que me encuentro donde todo comienza: en mí.

Me encuentro aquí, unos años después del último adiós a mi papá. Irónicamente, en el mismo lugar donde le dije que se podía ir. Que iba a estar bien. Y que finalmente así fue.

Me encuentro exactamente en el mismo lugar donde tantas veces me perdí, donde me sentí morir, y donde tantas veces más renací: en mí mismo.

Me encuentro en el sitio donde se desnudan todas, pero absolutamente todas mis verdades, donde todos mis miedos se diluyen entre lágrimas, donde el amor más sublime se confunde entre el pulsar de mis días. El palpitar de mi corazón.

Heme aquí, después de haberme enfrentado a mi propio destino, cara a cara con un virus intruso que llegó como ladrón, a enseñarme que me había estado perdiendo la vida, que ella estaba pasando literalmente frente a mis ojos, y se estaba escapando de entre mis dedos.

Si si, aquí estoy, luego de haberle visto los ojos a la mismísima muerte, por segunda vez, aunque ahora no como espectador, sino como actor principal.

Heme aquí luego de haberme escapado tantas veces del dolor, de evitarlo a cualquier precio, inclusive a llenarme de satisfacciones temporales que cual placebo, no hacían más que prolongar lo que inevitablemente debía ocurrir: enfrentarme a mi destino, cara a cara.

Heme aquí, en el punto mismo de partida, donde todo muere pero también donde todo comienza, una vez más. Porque no es más que eso, nuestra vida es un constante volver a comenzar. Un volver a echarse a andar en este derrotero. Eso si, siempre con nuevos paisajes, algunos que recuerdan a antiguos lugares no sin una cuota de nostalgia entre medio.

He inventado una y mil historias para evitarme y no confrontarme, para no mirar lo que dolía dentro, que no hacía más que reclamar sanación y cuidado, aceptación y finalmente, liberación.

Y es lo curioso, no hubiera podido liberarme del dolor, si no fuera, justamente, atravesando el mismísimo dolor. Conectando profundamente con lo desesperantemente doloroso que resulta abrir las propias heridas, para que un poco de oxigeno haga su trabajo y la misma pueda finalmente, iniciar el proceso de cicatrización.

Siempre que me pierdo, me entrego al destino. Como si fuera que tengo poder sobre él, yo ingenuo, queriendo controlar todo lo que la vida conlleva. Todo me muestra que apenas podemos tener una proyección de nuestros anhelos, la vida es ampliamente superior a lo que podamos ingenuamente aspirar. Va mucho más de nosotros, y sucede muy a pesar de nosotros. Ella exige que yo me entregue por completo a ella misma, vale decir, que renuncie a querer controlarlo todo. No controlo absolutamente nada. Excepto una sola cosa: volver a mí mismo. Solo puedo volver a mí mismo. El resto es una ilusión y una rueda sin final.

Heme aquí, claro que sí. Luego de haber conocido personas maravillosas, de quienes finalmente he tomado la esencia. Aprendí, que solo podemos amar a las personas cuando finalmente aceptamos que ellas son libres. Si, aceptar que la libertad no admite ataduras de ningún tipo. Ese conocimiento finalmente me libera a mí mismo. No puedo esperar absolutamente nada, excepto una sola cosa: que sean felices.

He descubierto que la mejor manera de amar es respetar la individualidad y los tiempos de cada uno, los procesos y maneras que cada persona tiene de lidiar con su propio destino y con su propia vida. Amar y respetar en silencio. Acompañar, y siempre que sea el caso, ayudar en lo que se pueda. No podemos condicionar a nadie, sino, sería una relación de conveniencia, no sería amor. Sería depender unos de otros. Nadie puede ser feliz si no se es libre, libre de ser y de estar.

Heme aquí, he descubierto que quienes nos aman, nos amarán justamente por eso que somos. Por lo increíblemente maravillosos, únicos e irrepetibles que somos, así tal cual, con nuestros aciertos, errores y virtudes, pero originales y tal cual somos. No hace falta, no es necesario fingir, pretender ser otra cosa que no seamos desde adentro, desde nuestra alma, eso que nos hace vibrar las fibras más íntimas de nuestro ser. Quienes verdaderamente nos aman, miran más allá y se conectan con nosotros desde el corazón, no desde las apariencias. Eso es lo que cuenta. No lo que “parecemos”, más bien, lo que verdaderamente somos, únicos e irrepetibles. Solo eso.

Aquí estoy, frente a mi camino. Estoy parado, mirando al horizonte.

El paisaje es inmensamente vasto, es increíblemente hermoso, tiene un cielo tan azul como el de Angulema, con unas nubes que dibujan surcos muy largos. El camino va ondeando entre colinas, y se pierde en el horizonte.

Aunque me intimida un poco, no puedo dejar de sentir una emoción muy grande en mi pecho. Porque miro atrás, y veo las huellas de las personas que me han amado y que ya no están, pero que a través de su amor, me siguen acompañando desde hace eones de eternidad. Porque también me emociona los nuevos paisajes a los que indefectible e inevitablemente me dirijo, con el pulsar de mi corazón, con la inquietud de mis ojos, con la emoción de mi pecho, me emocionan los nuevos sabores, culturas, amistades que he de conquistar, el conocimiento por adquirir, los momentos por vivir.

Claro! Aquí estoy! ¿Sino dónde más? Si! Aquí estoy! Aquí y ahora! Porque todo tiene un momento y todo tiene un lugar! Todo tiene que poder terminarse, para poder dar lugar a un nuevo inicio! Pero no ya como antes, más bien, un inicio pero con mayor sabiduría que el ayer, a eso estoy llamado. A mirar con amor mi historia, para poder tomar la vida con todas mis fuerzas, y amarme aquí, en este punto mismo de partida.

No sé si el camino será polvoriento, o pavimentado con lindas baldosas.

Pero si, sé que el paisaje, ¡me emociona hasta el alma!

¡Aquí estoy!

Donde todo termina.

Donde todo comienza.

Fabian Mendez

15.07.2021

23:36

Rodó 604, Asunción

Foto 1: Extraído de Internet

Foto 2: Emma y Yo. Circa 2018-19. Autor: A. Moragas

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