jueves, 4 de noviembre de 2010

El sentido de todas las cosas


El sentido profundo de nuestra existencia.


Quien es, o qué es lo que realmente da sentido a nuestras vidas?
De un tiempo a esta parte me he venido haciendo esta pregunta. El verdadero valor de las cosas, la esencia de nuestra existencia.
Cuando Dios toca nuestro corazón, nuestra vida se abre a un nuevo horizonte: ha comenzado el cambio. Pero a su vez, ¿cómo es que Dios toca nuestro corazón, al punto de transformar nuestra existencia?
Hay experiencias en la vida que marcan una gran transición dentro de ella, que delimitan las fronteras entre nuestra infancia, para luego desarrollarse la adolescencia, luego la etapa madura: la juventud y la adultez. Estas etapas, felices y tristes, forman parte del registro de nuestra existencia, como un gran archivador de las memorias, donde podemos recorrer nuestra vida.
Cuando Dios toca a nuestro corazón, hace un llamado a nuestra historia, a ver como somos, que somos, que talentos tenemos… y nos ofrece algo. Un regalo.
Nos ofrece la oportunidad de VIVIR UNA NUEVA VIDA. Una nueva etapa. Llegado ese momento, nos encontramos ante una situación de la vida en la que debemos pararnos frente al espejo, y mirarnos a los ojos, para finalmente reconocer aquella valiosa persona que Dios ama, a pesar de las victorias y derrotas, de las risas y las lágrimas. Dios ha amado nuestra historia desde el momento de nuestra creación, y llegado el momento, (valiéndose de los medios más sencillos, como el consejo de un amigo, un “encuentro excepcional” con alguien, una llamada, un acontecimiento, ect..) El nos pide que le dejemos entrar a nuestro corazón, para lo que debemos estar atentos, y escuchar esa voz interior que nos va a indicar de qué manera actuar.
Dios llega y transforma los corazones, pero no a través de grandes cosas, sino de lo cotidiano de la vida, con el milagro de un nuevo día. Llega y toca nuestros corazones por que El reconoce el verdadero valor que tiene nuestra existencia y quiere nuestra completa felicidad, felicidad que solo puede ser plena, en la medida que nuestro corazón se abra hacia su amor y abrace su espíritu de unidad, espíritu que sostiene todas las cosas de la vida.
Nuestra historia para Dios es muy grande, es importante pues eso es lo que nos hace a cada uno, un ser especial, un ser “único e irrepetible”, que puede contar a través de sus experiencias, cómo Dios ha tocado, llamado a su corazón. Tu puedes ser el protagonista de esta historia de amor y transmutación, en la medida que le permitas a Él entrar en tu vida, incorporándole a Él en todas las cosas. Cuando reconocemos que EL sostiene el universo, se nos hace imposible concebir un mundo ausente de Cristo.
Lastimosamente, hemos de reconocer que este Mundo da la espalda a Dios, olvidando las enseñanzas de amor, perdón y misericordia para con nosotros mismos y con nuestro hermano, creando divisiones y lastimando, distanciando y dividiendo. Por ello, en la medida que nuestra respuesta al llamado de Dios sea honesta y transparente, podremos recuperar el diálogo permanente con Él, y unificar nuestras existencias en el verdadero amor divino, único capaz de armonizar a todo el universo.
Abrir el corazón a Dios es una tarea que debe realizarse con cariño, todos los días. Debemos ejercitarnos en el amor, en el perdón y la compasión, de modo a mirar con ojos de Cristo a toda la creación y elevarnos por sobre las condiciones de esta tierra que está tan atada al dolor y el sufrimiento. No es sino en la medida que nos reconozcamos humildes y pequeños, que podremos reconocer la grandeza del amor de Dios que transforma todas las cosas.

Queridos hermanos, el amor de Dios es lo único que da razón de ser a todas las cosas. Por el amor de Dios la vida es posible y se sostiene, y tenemos un aliento de vida que nos impulsa a seguir caminando. Por el amor de Dios, en nuestro interior existe esa voz que nos dice que debemos continuar, a pesar del dolor. El amor de Dios sostiene el funcionamiento del Universo, contiene todas las maravillas de esta tierra y da plenitud a los sentimientos más puros que pueden existir. El amor de Dios es la razón de nuestras vidas, pues no fue sino por amor  que EL sintió por nosotros, que tuvimos la vida.
Cuando te encuentres un día, frente al espejo, haciéndote esta pregunta... ¿Cuál es el sentido de mi vida? Recuerda que hay Alguien que te conoce y está más cerca de ti “que tu propia respiración”, que te ha amado desde antes que existieras, que ama lo que eres, tal cual, que te reconoce valioso y tiene un plan de amor y perfección para tu vida, y recuerda también, que el único sentido que tiene la vida, tiene su punto de partida y llegada en el amor de Dios. Por el amor de Dios damos, creamos, recibimos, cantamos, gozamos, llegamos, oramos, amamos, perdonamos, lloramos, reímos, alabamos, creemos, esperamos. El amor de Dios es la certeza que nuestra existencia tiene un objeto, y que el desafío está en creer en ello y luchar, siempre luchar por encontrar nuestro camino, siempre al lado de Cristo.
No hubo ni hay persona que haya amado más en la historia, que Cristo, manifestación pura del amor de Dios.
Cuando mires al cielo, y preguntes cuál es el sentido de la vida… hay alguien que te está amando en ese preciso instante, y por ese amor, la vida tiene razón de ser.
El amor es la razón de la existencia de todas las cosas.

El amor, es la plenitud del encuentro con Cristo.


Quirero agradecer a dos personas que me ayudaron a reconocerme y reconocer a Cristo en mi vida: Yeruti y el Hno Tomás. Dios los puso en el momento preciso para que pueda reconocer el valor de mi vida y la potencia de su llamado al amor. Dios los bendiga por siempre.
Gracias tambien, a mi familia, por estar siempre a mi lado.
Y a mis grandes amigos, a quienes quiero, doy gracias a Dios por la vida de cada uno de ellos. Bendita sea la vida.

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