Época de cambios: El arte de dejar ir.
Una vez más, me encuentro frente a frente, con una hoja
en blanco, en una pantalla brillante. Ante el desafío de -a través de estas
líneas- tratar de sacar todos los sentimientos que me embargan especialmente en
esta época de transiciones.
Estoy experimentando la evolución de la vida, desde sus
diversas perspectivas, mirando crecer a las personas que desde hace unos años
han permanecido en mi vida, y contemplando quizás, en la lejanía, a aquellas
personas que ya han partido de la misma.
Sinceramente, es difícil explicar la mezcla de
sentimientos que invade mi ser, pues siento una gratitud tremenda por haber
llegado hasta este punto de mi vida, "vivo", y con la salud que Dios
me regala todos los días. Sin embargo, siento nostalgia de los tiempos pasados,
de los momentos vividos, de las risas que soltamos, de las experiencias que
vivimos, algunas personas de mi vida, y yo.
Crecer es obligatorio, madurar es opcional, decía una
amiga mía. Supongo que hay algo de verdad en ello. Pero... por qué nos cuesta a
veces madurar? Quizás sea el miedo al cambio, a enfrentar las zonas
desconocidas de nuestro ser, a ver al mundo tal y como es, o cosas así. Yo
aprendí que a mí me cuesta madurar por miedo a perder. Si, luego me di cuenta
que es muy tonto pensar en crecer y
madurar como una pérdida. Pero necesariamente para subir un escalón hay que
abandonar el anterior, es el proceso natural de la evolución. Así como después
de la vida, hay muerte, y luego vida... por siglos. Llega un punto en la vida
en el que uno se pregunta ¿qué es lo que deseo para mí? que es lo que busco?
hacia dónde quiero ir?
Estas preguntas me las hice hace casi 10 años, cuando
decidí que quería convertirme en arquitecto. Era aún un adolescente de 15 años,
sin idea de cómo sería el mundo en la realidad. Pero tenía un sueño. Quería
llegar a ser como mi papá.
Amo lo que hago, de verdad. Sin embargo, heme aquí, diez
años después, a meses de graduarme, y es cuando vuelvo a preguntarme: en 10
años, en dónde quiero estar? qué quiero ser? a dónde quiero ir?
Obviamente, las circunstancias de la vida ya no son
iguales a las de hace diez años. Tengo dos hermosos sobrinos que tienen mi
corazón y mi amor, por completo, mis padres, mis hermanos, mi círculo se volvió
mucho más importante, la familia cobró mayor importancia que cuando vivía en mi
burbuja adolescente. Es casi como que la realidad del mundo ha hecho darme
cuenta de cuán importante es tener un lugar en la tierra, al cual llamar
"hogar".
El Fabián de hace 5 años también es diferente. El
muchacho lleno de dudas, inseguridades, que comenzaba sus primeros pasos dentro
del mundo de la arquitectura, es hoy una persona más afianzada en sus
creencias, en su fe en la vida, en la familia, en el amor -a la familia y a la
profesión-, y aunque sienta que ya no soy "el chiquilín" de antes, mi
esencia siguie estando ahí, inmutable... me sigue gustando con locura cantar,
me encanta la música, el dibujo, reirme hasta quedar sin aliento... a veces pienso
que de verdad jamás dejé de ser aquél niño soñador de 15 años con tantos
anhelos y fe en el futuro...
Es cierto y debo admitir que a veces tengo nostalgia,
principalmente por personas que formaron parte de mi vida, y que lastimosamente
hoy ya no están a mi lado. Pero entiendo -aunque me cueste- que a veces, las
personas llegan a nuestras vidas, sólo por un momento, para ayudarte a pasar un
escalón, una vez terminada su misión, se alejan y continúan su camino, así como
uno continua el propio.
Una persona importante en mi vida -ella sabe quién es- se
casa en un mes. Y siento una mezcla de sensaciones. No sé si llamarlo pérdida,
pues lo estaría negativizando, y para nada es negativo el unirse en matrimonio
a alguien que se ama. Yo más bien lo llamaría "evolución". Pues esa
persona está trascendiendo al siguiente nivel de su vida, donde todo cambiará
en cuanto a la forma de ver las cosas, quizás. Creo que el "miedo" de
perder una compañera de viaje me deja algo melancólico, pero sé que forma parte
de nuestra evolución, que es ley de vida, y para nada afecta el amor que ambos
sintamos unos por otros.
Por otro lado... extraño muchas cosas. Extraño soñar más.
Extraño viajar en el sueño y recorrer sitios nunca antes vistos... Siento como
que mi alma ya ha recorrido miles y miles de millones de años, y que mira hacia
atrás en el tiempo... y siente la distancia de lo recorrido.
Creo también, que extraño mi ser. Extraño mi color azul,
el color con el que nací. Creo que extraño luchar por mis sueños... creo que en
algún momento me quedé sin fuerzas para luchar, quiero recuperar esas fuerzas y
esa voluntad para salir adelante. Creo que ya he viajado por millones y
millones de planetas y galaxias, y siento cierto aire de eternidad, algo que no
puedo contener en mi pecho y necesito expresar en estas líneas.
Creo que extraño viajar en el tiempo... creo que extraño
cantar y soñar con llevar a todos mi música, la música de mi espíritu... Es que
a veces pienso que he recorrido millones y millones de siglos y eones de
tiempo... Creo que esa eternidad me estremece y supera todo lo que mis
emociones humanas puedan experimentar...
Creo que extraño mi sensación de eternidad... Creo que me
extraño a mi mismo, que me quiero y me necesito... creo que me doy cuenta que
estoy solo, pero a la vez nunca estuve solo, que siempre tuve el Universo y el
Universo me tuvo, desde todos los tiempos, desde todos los soles... Creo que
desde toda la vida los ángeles del cielo me han tomado la mano en mis sueños y
me enseñaron sobre el amor, sobre la libertad, sobre la plenitud, pero en algún lugar de mi vida, dejé mis libros celestiales y quiero reencontrarme con
ellos... Creo que extraño muchísimo ese ser de luz que vino a la tierra para
irradiar esa llama que solo a través del AMOR INFINITO puede brillar...
Creo que extraño mi eternidad, creo que extraño mi
inmortalidad.
Siempre fuimos y siempre seremos, más fuertes que miles
de galaxias juntas, creo que somos por siempre felices en el eterno presente y
en el eterno día, en la eterna noche estrellada, en la eterna brisa del mar
inmenso... Creo que nuestras vidas nunca pueden acabarse, pues estamos hechos
de polvo divino...
A mis 26 años me encuentro, una vez más, en una época de
cambios. Donde recuerdo mi infancia, la adolescencia feliz, la vida joven y la
incipiente adultez que me plantea nuevos desafíos. Extraño muchas cosas. Pero
agradezco al Universo haberme permitido vivirlas. Las dejo ir en paz. Creo que
hoy comienzo un nuevo capítulo de mi vida.
Una nueva luz despunta en el horizonte. Es la fuerza del
sol, anunciando el alba; la obra de Dios, el amor en acción. Esa luz hoy brilla
en mi rostro, lo miro de frente, y firme, camino. Adelante.
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